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Nació en Baviera, hija conde Bertoldo IV de Andechs de familia piadosa. Su sobrina fue Santa Isabel de Hungría, no menos noble en virtud y en dignidad humana y de eco similar en la Historia. Educada por las benedictinas de Kitzingen del Maine, la casaron a los 12 años de edad con el duque Enrique I de Silesia. Los dominios del matrimonio eran extensos y la esposa se dedicó desde su juventud a promover el desarrollo material y moral de sus vasallos.
Fue realizando a lo largo de su vida importantes fundaciones religiosas, monasterios y obras de caridad, como los hermosos asilos y hospitales. El centro de caridad del Espíritu Santo, en Breslau en 1214, fue de los mejores. Y no sólo dio sus bienes materiales, sino su persona generosa con entrega admirable a lo pobres.
En los viajes se preocupaba por los enfermos, presos, viudas y huérfanos. Intentó que el cristianismo inspirara las costumbres del pueblo, pues entendió que sería la primera fuerza moderadora de una sociedad en desarrollo como la de sus Estados.
Rezaba los salmos, frecuentaba la santa Misa, diariamente hacía meditación. Tenía especial veneración por los sufrimientos de Cristo y de María.
Tuvo siete hijos, de cuya educación se encargó personalmente, de modo especial en lo referente a la piedad y a las virtudes cristianas.
Falleció el 14 octubre 1243 en el convento de Trebnitz y allí fue enterrada. La piedad popular forzó a que se abriera en 1262 el proceso de canonización y que fuera declarada santa el 27 Marzo 1267 en Viterbo por Clemente IV.
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